En un pequeño pueblo, vivía un padre llamado Víctor, un hombre musculoso de 1,90 cm y 110 kg que había dedicado gran parte de su vida a cultivar no solo su físico, sino también su carácter. Su hijo, David, era todo lo contrario: flaco y más bien tímido, con una estatura que apenas llegaba a los 1,70 cm y un peso que raramente superaba los 60 kg. Aunque ambos compartían un amor profundo, la dinámica de su relación estaba a punto de